Serie /artìculo/Edmund White se confiesa/
RAMÓN VÁSQUEZ BRITO
Marina
1970 | óleo sobre tela | 69 x 90 cms.
Desde que volvió de París en 1990, Nueva York, y más exactamente, Chelsea, un barrio en la parte oeste de Manhattan que linda con el West Village, es el hogar elegido por Edmund White (Cincinnati, 1940). En el living de su departamento, las pilas de libros y de discos compactos se desparraman por todas partes y las bibliotecas rebalsan. Lo primero que se ve sobre la mesa del comedor es una enorme biografía de Edith Warthon de la crítica inglesa Hermione Lee. "Estoy escribiendo una extensa reseña sobre este libro para The New York Times . Es excelente", comenta el escritor, con los ojos azules bien abiertos.
- Este año promete ser ajetreado para usted. Se publicarán dos libros suyos .
-Uno en mayo y otro en septiembre. Kaos es un libro bastante autobiográfico, que reúne una nouvelle y tres cuentos . Tiene un poco la impronta de My Lives, está basado en circunstancias de mi vida, pero esas circunstancias están ficcionalizadas y el libro está escrito en tercera persona. Jack, el personaje principal, es un hombre de mi edad que está bastante más confundido y loco que yo. Lo cual ya es bastante decir.
-Hotel de Dream , en cambio, es una novela histórica.
-Sí, es una novela acerca de Stephen Crane, un clásico norteamericano que se lee en todos los colegios secundarios. Vivió durante la última parte del siglo XIX y murió a los veintiocho años de tuberculosis. La escribí durante mi último año sabático. Ese año fui becario de la Biblioteca de Nueva York. Todos los años eligen unos dieciséis novelistas que reciben un sueldo para escribir lo que deseen. Además, hay allí unos siete millones de libros que podía consultar.
- Usted eligió un período muy particular en la vida de Crane.
-Las dos últimas semanas de su vida. En ese momento, Crane residía en Inglaterra, él y su mujer hablaron acerca de la posibilidad de que lo trataran en Alemania, en una clínica que realmente existió en la Selva Negra. Cuando llegó ahí, murió. Estaba casado con una ex prostituta que, además, manejaba un burdel en el norte del estado de Florida, llamado Hotel de Dream. El era algo así como un macho a la manera de Hemingway, sin embargo, fue una persona muy abierta a distintas experiencias. Cuando ya había escrito Maggie: una chica de la calle , además de poesía y cuentos, conoció a un hombre que ejercía la prostitución. No sabía qué era eso. Como le gustaba narrar historias acerca de personas pertenecientes a lo más sórdido de la sociedad, comenzó a entrevistarlo y a escribir una novela sobre ese tema. Era 1895, justo el año en que se estaba llevando a cabo el juicio contra Oscar Wilde. Sus amigos lo disuadieron de publicar semejante novela con el argumento de que le arruinaría su carrera. En mi novela, esta historia lo persigue, entonces él empieza a dictarle a su mujer todo lo que resta mientras se encuentra en su lecho de enfermo.
- Su novela Fanny (2003) también transcurre en el siglo XIX.
-Sí, está situada en la primera mitad del siglo XIX, la época previa a la Guerra de Secesión, que me resulta históricamente muy interesante. Me agradó escribir esa novela porque tiene mucho humor.
Psicoanálisis y sexo
A mediados de la década del sesenta, el entonces joven Edmund White, luego de graduarse en literatura china en la Universidad de Michigan, decidió no seguir adelante con el proyecto de doctorarse. En cambio, tomó un micro con destino a Nueva York. Ya había escrito algunos cuentos, también llevaba consigo una pieza teatral de su autoría. Desembarcó en una ciudad cuyas costumbres le resultaban ajenas a ese muchacho tímido del Medio Oeste. Sin embargo, no tardó en conocer gente. A través del mundillo del teatro off Broadway le presentaron en una reunión a otro joven que daba sus primeros pasos en el cine, se llamaba Woody Allen. Conoció asimismo a Allen Ginsberg y a Susan Sontag, con quien entabló una duradera amistad.
A sus primeras novelas, Olvidando a Elena (1973) y Nocturnes for the King of Naples (1978), les siguió una tetralogía de narraciones de base autobiográfica: La historia particular de un muchacho (Destino), publicada en 1982, se convirtió rápidamente en un clásico. En esta novela de crecimiento, un personaje sin nombre vuelve sobre su conflictiva infancia con una mezcla de ternura y angustia. La serie continúa con La hermosa habitación está vacía (1988) y The Farewell Symphony (1997). La última novela del ciclo, The married man (2000), trata acerca de la relación entre un homosexual y un hombre bisexual que se está divorciando.
- ¿Qué opina acerca del matrimonio entre personas del mismo sexo?
-En Estados Unidos, es legal en varios estados, no en Nueva York. Cuando empezó el debate sobre el tema me opuse. Me pregunté por qué podían querer los gays y las lesbianas algo tan convencional. Después, a raíz de la firme oposición por parte de la extrema derecha, pensé que podía ser un tema interesante. Yo no me casaría, a pesar de que hace doce años que vivo con mi pareja. Si fuera la única forma de dejarle a Michael mi herencia, lo haría. De todas formas, escribí un testamento donde le dejó a él lo poco que tengo.
- Usted volvió a los temas autobiográficos con My Lives. An Autobiography (2005).
-Sí, pero en My Lives opté no por un orden cronológico sino por un orden temático. Así, los capítulos se titulan "Mi padre", "Mis rubios", "Mis terapeutas"...
- ¿Por qué dedicó el primer capítulo a sus terapeutas?
-Creo que lo hice porque se trata de una teoría que rivaliza con la ficción. Freud tiene una visión total del mundo y también la tiene Proust. Sin embargo, nunca se tocan, son sistemas paralelos. Pienso que pasé tantos años en terapias y ahora me disgustan. Tuve algunos terapeutas malos, creo que también los hay buenos. Me siento resentido con ellos, querían convertirme en heterosexual. Todos lo pensaban así en ese momento. En el pasado, se consideraba que la homosexualidad era una enfermedad que debía ser curada. Recién en 1974, en Estados Unidos, la Sociedad Americana de Psiquiatría redefinió la homosexualidad como una variación normal de la sexualidad de los seres humanos.
Abstracción vs. información
En 1983, Edmund White se instaló en París, donde vivió dieciséis años. Siguiendo la tradición de fino observador de pueblos de Stendhal, según el cual "un francés es un italiano de mal humor", White aprovechó sus largos años de residencia en Francia para analizar minuciosamente las enormes diferencias de idiosincrasia entre sus compatriotas y los habitantes del otro lado del océano. "Hay un momento típico en una conversación entre un norteamericano y un francés, en que, mientras el francés habla en términos abstractos, el americano empieza a marearse y le pide un ejemplo. El francés se ofende: eso sería, de alguna forma, una pérdida de nivel. Creo que los franceses, cuando hablan entre sí, entienden lo que el otro dice mientras se mantienen dentro de cierta abstracción. Pero los anglosajones necesitan algo concreto en la charla", comenta.
- ¿Considera que estas diferencias se reflejan no sólo en la vida cotidiana sino también en la obra de los pensadores?
-Al leer filosofía francesa o alemana, se encuentran extensos capítulos donde cunde la abstracción, mientras que los clásicos filósofos anglosajones tratan temas éticos o de utilización del lenguaje y escriben en forma muy clara. La filosofía francesa posterior a la Segunda Guerra Mundial, que tiene tanta influencia de Heidegger, me resulta imposible de entender. Deleuze me gusta, el que no tiene ningún sentido para mí es Derrida.
- ¿Por qué ha dicho que una de sus formas de conocer en profundidad el funcionamiento de la sociedad francesa fue llevar adelante su investigación de cinco años sobre Jean Genet?
-El desarrollo de esa investigación me permitió observar que también hay mucha diferencia en cuanto a la relación con la información. Los franceses se mostraban sumamente recelosos para dar testimonios sobre el dramaturgo. Era casi imposible conversar con alguien que lo había conocido. Tenía que presentarme una tercera persona, aun así, tampoco me tenían confianza. Un norteamericano me brindaba los datos que conocía sin ningún problema. Tengo una teoría: creo que los estadounidenses, al mudarse tanto de una ciudad a otra dentro del país, y por el hecho de ser una nación de inmigrantes, sienten que tienen que ser amistosos en seguida o, si no, nunca van a tener amigos. En cambio, en Francia, la gente se muda una sola vez: de la provincia a París. Entonces pueden tomarse su tiempo en los acercamientos con otras personas.
White también se refiere en forma crítica a su país, asegura que es complejo sobrevivir bajo la actual administración y que ciertos debates están fuera de foco. "Creo que en Estados Unidos, muchas discusiones que deberían tener que ver con oportunidades económicas quedan reducidas a estilos de vida. Por ejemplo, la gente se queja de la música rap , dice que empuja a los jóvenes negros a la delincuencia, a dejar la escuela. El estilo de vida de esos gangsters raperos se discute por todas partes, en los medios gráficos y en la televisión. Sin embargo, nadie habla de los problemas de educación, de la falta de oportunidades de empleo, de los temas cruciales. Siento que si los negros tuvieran posibilidades económicas reales, poco importarían los raperos. Es muy difícil llevar a los norteamericanos a concentrarse en los problemas de clases sociales, simulan que eso ni siquiera existe, se hacen los democráticos."
La industria de enseñar
A los sesenta y seis años, Ed White, como prefiere que lo llamen, ha publicado cerca de veinte libros entre novelas, cuentos, ensayos sobre arte y literatura y biografías. Las cuatro piezas teatrales que ha escrito se llevaron a escena en distintas partes del mundo y sus obras se han traducido a más de quince idiomas. Su biografía de Jean Genet, considerada la mejor que existe sobre el controvertido autor francés, obtuvo el Premio nacional del Círculo de críticos y su libro sobre Marcel Proust, titulado Proust (Mondadori), es también una pequeña joya.
A esto se suma una larga carrera en la docencia que comenzó a mediados de la década del setenta en Yale, donde White enseñó literatura. Luego dictó clases en Columbia y en la Universidad de Nueva York. Desde hace poco más de diez años, trabaja en el departamento de escritura creativa de la Universidad de Princeton junto con Toni Morrison y Joyce Carol Oates.
"Me gusta mucho dar clases -dice sonriente, sentado en un sillón tapizado en cuero gastado-. Tengo alumnos muy jóvenes, de los primeros años. Son simpáticos. Los cursos tienen entre diez y quince estudiantes, son talleres de escritura. Este semestre hay varios extranjeros, dos de Nigeria, una rusa y dos mexicanos. Los temas sobre los cuales escriben me resultan interesantes. Las clases de escritura creativa son una verdadera industria en este país. Hemos tenido algunos alumnos brillantes, Jonathan Safran Foer estudió conmigo. Su famoso libro Todo está iluminado fue su tesis de graduación. También tuvimos un alumno hindú, Akhil Sharma, que escribió An Obedient Father (Un padre obediente). Sin embargo, la mayoría de nuestros estudiantes no quieren ser escritores, quieren ser ricos. Estudian economía, ingeniería o historia. Se reciben y van a trabajar para grandes firmas de inversiones. Nuestra materia se pasa o se reprueba, no hay calificaciones. Digamos que la cursan como alguien que va a psicoanalizarse por un tiempo pero cuya vida es en general normal."
Vestido con una camisa azul claro y un pantalón de corte clásico, White vuelve de la cocina con una bandeja donde lleva unas tazas y una tetera. Ha preparado un té que hacen unos rusos en París: "En Estados Unidos la mayoría de los escritores enseña en universidades - asegura-. Ni siquiera se han visto entre sí. En cambio, en Francia o en Inglaterra, los escritores son periodistas o editores de libros. Todos se conocen porque viven en Londres o en París".
Consultado acerca de sus escritores favoritos, da una respuesta precisa: "Alan Hollinghurst es el único autor cuyos libros salgo corriendo a comprar, como me sucedía con Vladimir Navokov. Leo con placer a Oscar Ojuelos, a Joan Didion, a la canadiense Alice Munro. Emmanuel Carrère, el autor de El adversario , es muy legible, Jean Echenoz tiene dos novelas maravillosas: El piano y una que trata sobre la vida de Maurice Ravel".
Esta noche tiene una cena con varios escritores. Esas reuniones son para él fundamentales en su vida. La lista de quienes son o fueron sus allegados es extensísima; más aún luego de haber vivido dieciséis años en París. Dice que por haber conocido a la mayoría de esos notables después de los cuarenta años, lo impactaron menos. Se refiere, entre tantos otros, a Isabel II, Andy Warhol y Michel Foucault. Le encanta encontrarse con sus pares para hablar. Además del talento del que son testimonio sus libros, White tiene, según lo definieron sus colegas, el genio de la amistad.
Por Paula Varsavsky
Para LA NACION
0 comentarios