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Revista-- La máquina de Escribir.

La Máquina de Escribir.52
ESPACIO LITERARIO VIRTUAL FUNDADO Y DIRIGIDO POR ANÍBAL JORGE SCIORRA
Buenos Aires, Argentina, Agosto de 2007 - Nº 52
Blog:
http://lamaqdeescribir.blogspot.com/                           
Correo electrónico:
lamaquinaliteraria@gmail.com

Por siempre Fontanarrosa
Alfredo Palacio: La poesía de Cortázar
Alejandra Dening: De los papeluchos y el blog al libro impreso
María Eugenia Caseiro: Breve presentación del poemario de Elizabet Cincotta
Alejandra Merello: De nada, casi todo
Cristina Villanueva: Desde el jardín de invierno
Un cuento de Sandra Comino: "Velorio de campo"
Mónica Russomanno: El botánico
Miriam Cairo: Agonías recurrentes
Rolando Revagliatti: Artista
Sandra Russo: Galaxia Galeano
Juan Carlos Onetti: Decálogo más uno, para principiantes
Villa Links

"Para el sabio no existe la riqueza. Para el virtuoso no existe el poder. Y para el poderoso no existen ni el sabio ni el virtuoso"
Roberto Fontanarrosa


Por siempre Fontanarrosa
Rescate de un reportaje realizado en 2004 antes de aparecer uno de sus últimos libros

Por Verónica Abdala
 El debut de Roberto Fontanarrosa como humorista gráfico fue casi accidental. En realidad, el "Negro" había sido contratado como dibujante por la revista rosarina Boom para ilustrar las tapas, pero a falta de humorista, le sumaron esa tarea también a él. Así fue que en 1968, año del Mayo francés y el asesinato de Martin Luther King, en plena dictadura de Juan Carlos Onganía y luego de la "Noche de los bastones largos", apareció su primer chiste publicado. En él, un policía muestra su bastón manchado de rojo-sangre y dice "No hay ninguna duda, eran comunistas". Casi cuatro décadas después, Fontanarrosa es reconocido como uno de los grandes nombres de la historia del humor gráfico argentino y además se ha convertido en un escritor de culto, por una obra extremadamente original, en la que conjuga la parodia, la creación de arquetipos y el costumbrismo con un humor inteligente y popular.
De cara al nuevo año, Fontanarrosa reflexiona: "Soy un optimista moderado, creo que la Argentina se recupera de a poco. La tendencia, aunque todavía con enormes dificultades, es ampliamente superadora, no puede compararse con lo que tuvimos hasta ahora. Kirchner fue una agradable sorpresa para mí". Entre las "enormes dificultades" a las que se refiere reconoce dos como las más urgentes: la desocupación y la inseguridad. Precisamente este tema es el que dio pie a su último libro, que acaba de aparecer por Ediciones de la Flor.
"El libro estaba listo antes de la devaluación", cuenta en diálogo con Página/12. "Lo más llamativo y alarmante es que desde entonces hasta acá no haya perdido vigencia. Y que se haya instalado como tema con tanta naturalidad."
–¿Qué varió en este lapso?...
–Hace un par de años, por ejemplo, no se podría haber bromeado con tanta soltura sobre el tema de los desarmaderos o de las conexiones entre ciertos sectores de la policía con el delito. Ahora sin embargo, yo sé que cuento con la complicidad del lector, sé que estamos hablando en ese caso, casi de un lugar común, de una que sabemos todos... Lo cierto es que los argentinos tenemos la sensación de que estamos cada vez más indefensos, la verdad.
–¿Cuál es el papel que juegan los medios en el hecho de haber instalado la inseguridad como tema? ¿El periodismo llega a regodearse con este tipo de cuestiones?
–A veces sí, eso también es verdad. Hay medios que magnifican las cosas, que hacen periodismo a partir de lo que más vende y, como suele decirse, las buenas noticias no lo son tanto. Aunque también es verdad que estamos atravesando un momento muy difícil en este sentido y que lo sufren más las grandes ciudades como Buenos Aires. En las más chicas como Rosario, todavía nos sentimos relativamente a salvo.
–¿La decisión de hacer humor a partir de este tema fue espontánea, producto del material que aportaba la actualidad, o fue premeditada?
–Los temas surgen espontáneamente desde el momento en que uno sigue la noticia. Hay pocas cosas más graciosas que la realidad, basta con abrir un diario para darse cuenta.
–Pero hay límites...
–Por supuesto, nunca me atrevería a hacer humor sobre las mutilaciones de los secuestrados, por ejemplo. Algunos bordes son demasiado tétricos... Los límites entre lo que puede llegar a causar gracia y lo que te conduce a una cara de asco o terror a veces son difusos, pero no se los puede pasar por alto. Sería gravísimo nutrirse de lo que causa semejante dolor a otros para pretender hacer reír.
Cuando tiene que llenar un formulario, Fontanarrosa se define como "dibujante", aunque en la intimidad cree ser, en realidad, "un tipo al que le gusta contar historias, sin que importe demasiado el soporte ni el género a utilizar". Es, acepta, un hombre rutinario y poco demostrativo en el plano de los afectos. Le hubiese gustado ser jugador de fútbol –más de una vez se soñó jugando en la primera de Rosario Central–, aunque entre sus sueños incumplidos también mide alto la fantasía de haber noviado con la actriz francesa Jacqueline Bisset o la estadounidense Kim Bassinger.
–La ficción, ¿también tiene límites?
–Son muchas menos, creo. No hay límite de espacio, ni de tiempo, cuando escribo cuentos. Los temas son todos los posibles, además. Las limitaciones tienen que ver en todo caso con las personales, con lo que uno es o no es capaz de hacer frente a la computadora o el papel.
–En el caso de su literatura, ¿es también la parodia el elemento a partir del que se estructura la ficción?
–En buena parte de mis textos, sí. La parodia siempre me resultó más fácil que cualquier otra cosa, desde el momento en que puedo hacer pie en un modelo de autor o de género para distorsionar. Ocurre que también este recurso impone un límite, llega un momento en que uno tiene que ser capaz de construir un estilo propio, algo que decir al margen de lo que otros han hecho o la forma que han elegido para escribir... Ahí la cosa se pone más árida. De manera es que siempre es más fácil la parodia, que yo prefiero no pensar en términos de plagio sino de franco homenaje a un modelo o un autor.
–¿Suele parodiar a los escritores que admira?
–Prefiero copiar a los que me gusta leer, los que de algún modo me han marcado. Aunque también he hecho parodia de los best-sellers en mis novelas...
–Mencione, por favor, dos de sus principales influencias, en el campo de la historieta y en el de la ficción.
–Hugo Pratt para hacer historieta, Oesterheld para casi todo lo demás. Y los narradores norteamericanos clásicos, con un estilo fuertemente periodístico, como Ernest Hemingway, Salinger, Truman Capote, Norman Mailer. Tipos así.
 
Fuente: Diario "Página/12"
www.pagina12.com.ar
Página oficial de Roberto Fontanarrosa:
http://www.negrofontanarrosa.com/main.htm

 


El poeta Alfredo Palacio presentó en "Mirá lo que quedó"
La poesía de Cortázar

La idea es descubrir poesía en su prosa, como asimismo introducirnos en el Julio Cortázar poeta, faceta de importancia opacada por su relevante obra narrativa.
 
Como dice OMAR PREGO GADEA en su libro "LA FASCINACIÓN DE LAS PALABRAS"  (Alfaguara, 1997) de conversaciones con Julio Cortázar, la poesía fue una fuente que jamás dejó de correr de manera subterránea a lo largo de toda su obra.
 
De niño tenía preferencia por la poesía rimada, el soneto y el endecasílabo.
Y escribía poemas perfectamente medidos y de rimas impecables, más allá de las temáticas románticas acordes a aquella edad (alrededor de sus 9 años), hacia imaginados amores infantiles que podían ser alguna amiguita, alguna maestra, el patio de su casa, alguna querida tía, objetos diversos, etc.
Su madre siempre sospechó que los copiaba, sin poder creer aquella capacidad de Julio a tan temprana edad.
 
En la Universidad de Cuyo, Mendoza, en su cátedra de literatura, se centró con especial interés en el romanticismo ingles (Blake, Shelley, Keats) como asimismo en los alemanes como Hölderlin y Rilke.
 
Una frase suya que marca esta influencia es "la escritura es una operación musical", y asignaba a la poesía esa música que sentía como latido dentro de ella o como basamento de su narrativa, siendo que también admitía que buena parte de sus cuentos más logrados fueron producto de sueños.
 
También es conocida su afición por el jazz, tan bien retratada en su cuento "El Perseguidor"., siendo entonces la música una clave más que importante en su creación. Uno de sus músicos de jazz admirados era el gran Charlie Parker.
 
Se consideraba un músico frustrado como ejecutante, pero todo lo contrario como un gran melómano, casi hasta lo obsesivo. Y sentía que esa nostalgia por la música la había llevado de alguna manera a la escritura, en la prosa a través del ritmo.
 
Y en cuanto a la melodía, como el otro elemento de la música, sentía que con ella era en la poesía donde buscaba compensar su frustración como músico.
 
Decía Cortazar, ya largamente consagrado y a poco tiempo de morir:

                                                                                                                     "sí, es cierto, a mí me da un poco de pena tener que admitir ahora que la poesía siempre fue en mi caso una actividad un poco vergonzante, que nunca la mostré, o la mostré muy poco".
 
 
 
de "RAYUELA"  capítulo 7
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
 
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
 
 
 
de "62 MODELO PARA ARMAR"
Los amantes
 
¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.
Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.
Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
                                            Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos 
 
 
 
de "Salvo el Crepúsculo"
 
La lenta máquina del desamor...
 
La lenta máquina del desamor,
los engranajes del reflujo,
los cuerpos que abandonan las almohadas,
las sábanas, los besos,
y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo,
ya no mirándose entre ellos,
ya no desnudos para el otro,
ya no te amo,
mi amor.
 
 
 
 
POEMA  
 
Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz.
Te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz.
Voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas precisamente lo que viene detrás
de tu mano;
porque el agua, considera el agua, los leones cuando se disuelven en el azúcar de la fábula;
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo lámparas a mitad del encuentro.
Toda mañana es la pizarra donde invento y te dibujo;
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio,
esa sonrisa.
Busco tu suma, al borde de la copa donde el vino es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre en una galería de museo.
Además, te quiero, y hace tiempo y frío.
 
 
 
 
 
de "RAYUELA" capítulo 73 
 
Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinamos.  Entonces es mejor pactar como los gatos y los musgos, trabar amistad inmediata con las porteras de roncas voces, con las criaturas pálidas y sufrientes que acechan en las ventanas jugando con una rama seca.  Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una hoguera en esta maraña de piedra interminable, caminar por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego.
Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos.  Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura?
Todo es escritura, es decir fábula.  ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto?  Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo.
Ardemos en nuestra obra, fabuloso honor mortal, alto desafío del fénix.
 
 
 
 
de "Salvo el Crepúsculo"
 
PARA LEER EN FORMA INTERROGATIVA

 
Has visto,
verdaderamente has visto
la nieve, los astros, los pasos afelpados de la brisa...
Has tocado,
de verdad has tocado
el plato, el pan, la cara de esa mujer que tanto amás...
Has vivido
como un golpe en la frente,
el instante, el jadeo, la caída, la fuga...
Has sabido
con cada poro de la piel, sabido
que tus ojos, tus manos, tu sexo, tu blando corazón,
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
 
 
HAPPY NEW YEAR
 
Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
 
 
 
 
 
de  "62 MODELO PARA ARMAR"
 
Entro de noche a mi ciudad, yo bajo a mi ciudad
donde me esperan o me duelen, donde tengo que huir
de alguna abominable cita, de lo que ya no tiene nombre,
una cita con dedos, con pedazos de carne en un armario,
con una ducha que no encuentro, en mi ciudad hay duchas,
hay un canal que corta por el medio mi ciudad
y navío enormes sin mástiles pasan en un silencio intolerable
hacia un destino que conozco pero que olvido al regresar,
hacia un destino que niega mi ciudad
donde nadie se embarca, donde se está para quedarse
aunque los barcos pasen y desde el liso puente alguno esté mirando mi ciudad.
 
Entro sin saber cómo en mi ciudad, a veces otras noches
salgo a calles o casas y sé que no es mi ciudad,
mi ciudad la conozco por una expectativa agazapada,
algo que no es el miedo todavía pero tiene su forma y su perro y cuando es mi ciudad
sé que primero habrá el mercado con portales y con tiendas de frutas,
los rieles relucientes de un tranvía que se pierde hacia un rumbo
donde fui joven pero no en mi ciudad, un barrio como el Once en Buenos Aires, un olor a colegio,
paredones tranquilos y un blanco cenotafio, la calle Veinticuatro de Noviembre
quizás, donde no hay cenotafios pero está en mi ciudad cuando es su noche.
 
Entro por el mercado que condensa el relente de un presagio
indiferente todavía, amenaza benévola, allí me miran las fruteras
y me emplazan, plantan en mí el deseo, llegar adonde es necesario y podredumbre,
lo podrido es la llave secreta en mi ciudad, una fecal industria de jazmines de cera,
la calle que serpea, que me lleva al encuentro con eso que no sé,
las caras de las pescaderas, sus ojos que no miran y es el emplazamiento,
y entonces el hotel, el de esta noche porque mañana o algún día será otro,
mi ciudad es hoteles infinitos y siempre el mismo hotel,
verandas tropicales de cañas y persianas y vagos mosquiteros y un olor a canela y azafrán,
habitaciones que se siguen con sus empapelados claros, sus sillones de mimbre
y los ventiladores en un cielo rosa, con puertas que no dan nada,
que dan a otras habitaciones donde hay ventiladores y más puertas,
eslabones secretos de la cita, y hay que entrar y seguir por el hotel desierto
y a veces es un ascensor, en mi ciudad hay tantos ascensores, hay casi siempre un ascensor
donde el miedo ya empieza a coagularse, pero otras veces estará vacío,
cuando es peor están vacíos y yo debo viajar interminablemente
hasta que cesa de subir y se desliza horizontal, en mi ciudad
los ascensores como cajas de vidrio que avanzan en zig-zag
cruzan puentes cubiertos entre dos edificios y abajo se abre la ciudad y crece el vértigo
porque entraré otra vez en el hotel o en las deshabitadas galerías de algo
que ya no es el hotel, la mansión infinita a la que llevan
todos los ascensores y las puertas, todas las galerías,
y hay que salir del ascensor y buscar una ducha o un retrete
porque sí, sinrazones, porque la cita es una ducha o un retrete y no es la cita,
buscar la dicha en calzoncillos, con un jabón y un peine
pero siempre sin toalla, hay que encontrar la toalla y el retrete,
mi ciudad es retretes incontables, sucios, con portezuelas de mirillas
sin cerrojos, apestando a amoníaco, y las duchas
están en una misma enorme cuadra con el piso mugriento
y una circulación de gentes que no tienen figura pero que están ahí
en las duchas, llenando los retretes donde también están as duchas,
donde debo bañarme pero no hay toallas y no hay
donde posar el peine y el jabón, donde dejar la ropa, porque a veces
estoy vestido en mi ciudad y después de la ducha iré a la cita,
andaré por la calle de las altas aceras, una calle que existe en mi ciudad
y que sale hacia el campo, me aleja del canal y los tranvías
y por sus torpes aceras de ladrillos gastados y sus setos,
sus encuentros hostiles, sus caballos fantasmas y su olor de desgracia.
 
Entonces andaré por mi ciudad y entraré en el hotel
y del hotel saldré a la zona de los retretes rezumantes de orín y de excremento,
o contigo estaré, amor mío, porque contigo yo he bajado alguna vez a mi ciudad
y en un tranvía espeso de ajenos pasajeros sin figura he comprendido
que la abominación se aproximaba, que iba a ocurrir el Perro, y he querido
tenerte contra mí, guardarte del espanto,
pero nos separan tantos cuerpos, y cuando te obligaban a bajar entre un confuso movimiento
no he podido seguirte, he luchado con la goma insidiosa de solapas y caras,
con una guarda impasible y la velocidad y campanillas,
hasta arrancarme en una esquina y saltar y estar solo en una plaza del crepúsculo
y saber que gritabas y gritabas perdida en mi ciudad, tan cerca e inhallable,
pero siempre perdida en mi ciudad, y eso era el Perro era la cita,
inapelablemente era la cita, separados por siempre en mi ciudad donde
no habría hoteles para ti ni ascensores ni duchas, un horror de estar sola mientras alguien
se acercaría sin hablar para apoyarte un dedo pálido en la boca.
O la variante, estar mirando mi ciudad desde la borda
del navío sin mástiles que atraviesa el canal, un silencio de arañas
y un suspendido deslizarse hacia ese rumbo que no alcanzaremos
porque en algún momento ya no hay barco, todo es andén y equivocados trenes,
las perdidas maletas, las innúmeras vías
y los trenes inmóviles que bruscamente se desplazan y ya no es andén,
hay que cruzar para encontrar el tren y las maletas se han perdido
y nadie sabe nada, todo es olor a brea y a uniformes de guardas impasibles
hasta trepar a ese vagón que va a salir, y recorrer un tren que no termina nunca
donde la gente apelmazada duerme en las habitaciones de fatigados muebles,
con cortinas oscuras y una respiración de polvo y de cerveza,
y habrá que andar hasta el final del tren porque en alguna parte hay que encontrarse,
sin que se sepa quién, la cita era con alguien que no se sabe y se ha perdido las maletas
y tú, de tiempo en tiempo, estás también en la estación pero tu tren
es otro tren, tu Perro es otro Perro, no nos encontraremos, amor mío,
te perderé otra vez en el tranvía o en el tren, en calzoncillos correré
por entre gentes apiñadas y durmiendo en los compartimientos donde una luz violeta
ciega los polvorientos paños, las cortinas que ocultan mi ciudad.
 
ALFREDO PALACIO
© 2007
 
Bibliografía:
• "La Fascinación de las Palabras" – Conversaciones con Julio Cortazar  (Omar Prego Gadea, Alfaguara, 1997)
• "La Vuelta al Día en 80 Mundos" – Julio Cortázar
• "62 Modelo para Armar" – Julio Cortázar
• "Ultimo Round" – Julio Cortázar
• "Rayuela" – Julio Cortázar
• "Salvo el Crepúsculo" – Julio Cortazar
•  Artículos y crónicas diversas gentileza de Alicia Grinbank
•  Archivos de voz de Julio Cortázar gentileza de Sebastián Attie
 
Presentado en el Café Literario "Mirá lo que quedó" el 18/07/07 en Buenos Aires, Argentina
Enviado por Rolando Revagliatti
revadans@yahoo.com.ar

 

La poesía de Alejandra Dening
De los papeluchos y el blog al libro impreso

Alejandra Dening nació en la Ciudad de Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1975. A los 11 años de edad, comenzó a escribir como una forma de reflexionar acerca del sentido de la vida. Esporádicamente, sobre todo en la adolescencia, estos escritos fueron tomando forma de poesía. Desde los 25 años trabaja de forma independiente como creativa en comunicación. A los 28 años se graduó de Consultora Psicológica.
Sorpresivamente, en febrero de 2007, a los 31 años, su dimensión poética -suspendida mientras trabajaba y estudiaba- eclosionó en la escritura de una larga serie de poemas surgidos en poco tiempo. Comenzó a difundirlos gratuitamente a través de su blog ( www.aledening.com.ar/blog) y de sus "Papeluchos Poéticos" de aparición mensual, distribuido en el Centro Cultural La Paternal y en eventos.
Una selección de 106 poemas conforman su primer libro, de próxima aparición bajo el sello "Ediciones del Dock".
A continuación publicamos algunos de ellos:


CIUDAD DE CANTEROS

Árboles,
en un cuadrilátero estético
peleando por su vida.


MARGINADOS

La tinta de la topadora
escribe su historia
dejando un margen
demasiado grande.

 

DECISIÓN

Hoy,
petrifico mi inconsciente
para poder andar por la vida.

 

ESPERANZA

Esperanza,
inocencia desesperada
frente al preludio de lo imposible.


MARKETING

Tres grandes collares
para ocultar pequeños senos.


NEUROSIS

Él,
andaba con los pies enchuecados
de tanto pelearle al destino.

SENSACIÓN

Voy camino al matadero
a la inquisición
al juicio
al remate
al circo
al horno
al psicólogo.


VERSO LIBRE

Las emociones fluyen
cuando las palabras se traban.
Pero bueno,
el verso -por fin- es libre.


SAL

¿Me llegará la sal de la vida,
cuando mis mares de lágrimas por fin se sequen?


Alejandra Dening
aledening@gmail.com
www.aledening.com.ar/blog

 

Breve presentación del poemario Bordando la despedida de Elisabet Cincotta

Por María Eugenia Caseiro

"Para Mariú, mi hermana del corazón, la dulce amiga que creyó en mí y me dio sus fuerzas para seguir en el camino..."

     Con esa dedicatoria que ella ha colocado allí para que nos sobreviva a nosotras, no a la amistad, ha arribado hoy el poemario Bordando la despedida de Elisabet Cincotta. Leerlo es como dejarse llevar por la música interior y la nostalgia de la autora que construye versos como ese que da nombre al poemario y que nos pone puntadas de color de ausencias sobre el lienzo "que encierra más que una vida" y donde el corazón es una barca que se deja llevar por la corriente de un río de reflexiones "paloma errante sin tiempo", presta a brotar, en algún momento, esa música triste en que  las soledades acamparon y los adioses quisieron perpetuarse hasta bordar la despedida en acompasado movimiento de la aguja sobre el bastidor, verso a verso, hasta la última puntada.
      En fino canesú, este retazo de la mujer que sabe como bordar sobre una hoja de papel en blanco:
 
Y de tanto.
y de tanto bordar las despedidas
sintetizar el silencio en una palabra
la soledad le invade los rincones
el sahumerio huele rancio.
de tanto temer caminar
sin compañía
retrasar la arena de los tiempos
escurrir solsticios tras tempestades
no queda en su libro mayor
más que mudez.
de tanto querer rodear esquinas
con sonrisas y humores
se evade sin adiós y sin poema
su sombra le extiende la mano
en gesto desafiante.
 

Elisabet Cincotta
elisabetamelia@gmail.com
Bordando la despedida©
Ediciones Mis escritos
Mayo de 2007

María Eugenia Caseiro
buhowriter@hotmail.com

 

 

De nada,casi todo
Por Alejandra Merello


De ambiguas, ocultas,
 aquellas las que
 no se asoman
 y sin dudas existen.
Certezas del absurdo ,
de la tormenta ,
de los semblantes  secos ,
de las flores
 que ya no aroman,
 de los árboles
 sin follaje.
 
De casi todo
 soy consciente
 aunque intente ignorarlo.
De casi nada carezco
dolores ajenos,
alegrías sin sentido,
  euforias empañadas
y quimeras compartidas.
Ante casi nada
contradigo
ni el amor
ni el espanto.
En un todo de casi
paladeo un gris resabio.


Alejandra Merello
juanaines_ar@yahoo.com.ar
http://www.titangorock.blogspot.com/    

 

 

Desde el jardín de invierno
Por Cristina Villanueva

Algo diferente para el día del niño

I

Los que hacen las guerras
dominan el mercado de los dibujos animados
hay que animarse a verlos, tan violentos
y como corresponde los juguetes
a saber Aviones que abren el vientre
donde guardan misiles, armas y armas.
Pensé ¿que pasaría si a alguno se le ocurre
fabricar bombas para subtes o colectivos?
de mentirita, claro.
Casi no lo puedo escribir siquiera.
Es que matar sólo está permitido a gran escala.

Me olvidaba, ellos son los dueños también del mercado de las palabras.


II

Para las nenas trajes de princesa, coronitas, zapatos de cristal.

Claro que es mejor que regalarles una aspiradora, eso ya lo se.

Para los nenes armas  para herir y matar.
¿Qué pasará mañana cuando se junten?.
Para mi que tendrían que fabricar un escudo

o un chaleco antibalas para las princesas .
Está bien acepto que sea rosa.

 III

¿Guerra implica dos ejércitos
o se seguirá llamando igual
cuando toda la industria bélica
se lanza contra unos pobres
eso si desobedientes?

a muchos eso nos revuelve el estómago.


Para evitar las  futuras nauseas los entrenan desde chicos

con videos y juguetes.


Yo prefiero vomitar.

 

Frase
Un travesti transgresor trabajaba en una oficina vestido de hombre

 

Una verdadera injusticia 
Breton decía que el humor era una rebelión superior del espíritu.
Para mi es una forma de ver desde otro lugar, alumbrar lo que otros no ven, deshacer los frases hechas, los lugares comunes .Una manera de luchar contra la muerte y todas las impotencias humanas,el modo de los que no pueden entrar  en  ciertos consuelos menos elaborados. Todo esto lo digo  para no llorar porque se murió Fontanarrosa y eso es a todas luces injusto si uno sabe que tantos, que lo único que hicieron fue causar dolor, siguen vivos. Me refiero a esas instituciones pomposas, uniformadas que siempre supieron cual era el ser nacional y estuvieron dispuestos a defenderlo con todas las armas .En cambio el sabía del ser humano  y  tenía una ternura bondadosa con sus personajes y con las personas. Era brillante  y modesto y era nuestro. Sensible frente a todos los males sociales supo investigar sus causas y descubrió el motivo de tanta violencia en la crueldad de levantar a los niños pequeños a horas infames para ir a la escuela, en invierno, una tortura .Acaso no sabemos  a quienes representa la ideología contraria, temprano aunque sea para nada. Profundo ese descubrimiento, nada menos que desestimar el sufrimiento  inútil y aceptar el placer como motor del crecimiento No el placer egoísta, tan ensalzado en estas épocas, el de la charla con los amigos, el del café y las historias compartidas, el de juntarse con los otros, en la cancha o para ver la nieve y emocionarse de a muchos.
 
Lo necesitamos tanto, el consuelo es que nos dejo mucho para leer y recordar. Pero el también necesitaba la vida y para eso no hay consuelo.
 
Cristina Villanueva, narradora oral, gracias a Fontanarrosa •"Yo fui la amante del Yety"

 

Cristina Villanueva
pluma@velocom.com.ar

 

 

 

Un cuento de Sandra Comino
Velorio de campo

Una de las costumbres más enraizadas y sistemáticas que mi familia transmite de generación en generación —y conserva intacta con mucho orgullo— fue, es y será llevar a los niños, desde muy niños, a cuanto velorio haya en el campo: un poco para acostumbrarnos a recibir dolor y otro poco porque es el único lugar donde la gente se abraza mucho. Tanto mamá como papá desearon que mi hermano y yo aceptáramos el padecimiento y al mismo tiempo tuviéramos afecto.
Hombres y mujeres, niños y ancianos, cuñadas y vecinas, se fundían en una causa común, como si el llanto los hermanara y dejaban de lado, aunque más no fuera por un rato, las críticas destructivas.
Así fue que cuando murió el tío Hilario, mamá y papá fueron los primeros en llegar con nosotros al velorio, para que acompañáramos a Martita y a su madre, mi tía Marta, en el transcurso de semejante suplicio.
Me habían puesto el tapado nuevo, los zapatos de charol negro, las medias con puntillas y dos moños blancos en las trenzas. Mi mamá me recomendó no correr y tampoco perder el pañuelito blanco con iniciales rosas, que tía Marta me había regalado para el día del niño. A decir verdad, tía Marta siempre me regalaba pañuelos, aunque exigía a cambio una moneda de diez centavos, para evadir la mala suerte. Tenía en mi cajón de la cómoda cuarenta y cuatro pañuelos que había recibido a lo largo de mis once años, correspondientes a las once Navidades, a los once cumpleaños, a los once días de Reyes y a los once días del niño.
A mi hermano lo vistieron con pantalones negros, camisa blanca y corbata; la misma ropa que usaba para ir a las fiestas. Mamá nos tomó de las manos, pero a él no le dio pañuelos, y le dijo: los hombres no lloran. Avanzamos. Tía Marta lloraba y lloraba. Martita, la flamante huérfana, nos convidó con granadina y jugamos a la rayuela, a las escondidas y a la mancha venenosa. Caminamos y miramos cómo la gente llegaba y lloraba. En un rato se pobló el campo de llorones. "Parece que no se da cuenta la chica" —dijo una señora. "Ya va a caer —le contestó la otra—, está atontada".
También vino mi otra tía, la tía Eulalia, que nunca regalaba pañuelitos porque, según decía, el efecto de la moneda no contrarrestaba la mala suerte. Tío Hilario había sentido hacia mí un cariño muy especial porque yo era su ahijada, por eso tuve que enviar una cruz con flores rojas con una tarjeta con mi nombre solamente. Y qué fuerte impresión me causaba ver el dibujo de esas letras adentro de un cajón de muerto, desprovisto de toda compañía. Y más terror aún cuando pensaba que la cruz pasaría el resto de las noches encerrada en el cementerio.
Me había pasado algo similar cuando murió mi madrina y me hicieron colocarle un corazón de claveles blancos sobre el pecho. Y bien que tardé meses en olvidarme, porque cada vez que mi mamá apagaba la luz, venía a mi encuentro la imagen de aquel rostro en el cajón y los claveles blancos. Mejor hubiera sido tener una madrina que no se muriera, pensaba yo, pero eso no se podía elegir ni prever porque morirse es imprevisible.
—No somos nada —dijo mamá.
—Cuando te toca te toca —exclamó un vecino.
Y yo tuve miedo de que me tocara.
En la casa había sillas y banquetas por todos lados, pero no eran las sillas que tenía la tía cuando no era viuda. Ahora que era viuda estaba al lado del cajón, miraba el piso, hablaba sólo cuando alguien le hablaba y lloraba. Luego se quedaba quieta y callada.
—¿Viejo, por qué me dejaste?
Las mujeres de los campos vecinos le decían: "No llorés" o "llorá, mujer, llorá", y le ponían la mano en la cabeza, le preguntaban de qué se había muerto el muerto, la acompañaban.
Tarde o temprano, todos vamos a estar ahí —murmuró una vieja mirando el cajón y temblé cuando oí aquello.
—Vení —me dijo otra vecina mostrando las paletas de sus negros dientes delanteros—, no hagas caso.
Y en un intento por consolarme aseguró:
—No te asustes, la gente religiosa no muere. Hilario no murió, está con nosotros.
—¿Y quién está allí adentro? —y miré hacia todos lados.
Nadie contestó.
—¿Por qué dice que no murió —pregunté a mamá—, si estamos todos acá velándolo?
—Hija, quiere decir que no murió espiritualmente, el alma sigue viviendo.
Con el miedo que le tenía a los espíritus, ya no quise estar allí y fui a tomar aire y a preguntarle a mi papá por qué, si nadie quería al tío Hilario, todos lloraban en esa casa.
—El tío Hilario está muerto hija, y ahora es bueno porque su alma está en el cielo.
Eso me tranquilizó. Pero me duró sólo unos segundos la tranquilidad, porque la vecina dentuda vino a conversar de nuevo; le preocupaba que no me explicarán bien las cosas.
—Querida —afirmó, y yo no podía dejar de mirarle los dientes—, el alma de quien muere sin creer en Dios, no puede ir al cielo, y su espíritu permanece suspendido unos días hasta que se reza lo suficiente y Dios lo perdona. Pero tu tío Hilario era bueno y los buenos se van al cielo.
El olor a crisantemos me descomponía y quedé en silencio. El viejo del bastón, del campo vecino, saludó a mi tía:
—Queridita, se te fue el Hilario.
Volví a tranquilizarme. Ya eran dos los que afirmaban la partida. A la noche hubo asado y vino para todos. Muchos vecinos se quedaron a comer y contaron chistes de velorios de campo.
Pero lo peor para mí fue dormir en la habitación contigua al cuarto del velorio. Mamá vino a darnos las buenas noches a todos los chicos que había en el cuarto.
—¿Mi papá se fue al cielo? —preguntó Martita.
— Tu papá subirá cuando ustedes terminen de rezar todo lo que tienen que rezar —amenazó mamá.
—Yo no voy a rezar —le contesté, y miré a mi hermano.
—Vos vas a rezar porque si no, mi papá no sube.
—Yo no rezo.
—Vos rezás.
Empezó mi hermano y siguió Martita, llorosa por miedo a que por caprichosa yo no rezara. Mamá repitió la orden y se fue, sin antes advertir:
—Hija, rezá, porque si el alma no sube, se mete en el cuerpo de los que no creen.
Mi corazón empezó a cabalgar. Miré abajo de la cama, detrás de las cortinas y adentro del placard. Puse un papelito en el agujero de la cerradura, pero Martita dijo que las almas atravesaban las paredes.
El silencio de la noche dejaba oír los murmullos de los que quedaban en el velorio y algunas frases se filtraban por debajo de la puerta. Cada tanto, Martita, que rezaba, me decía que lo hiciera. Yo masticaba la sábana; no quería pensar en el muerto ni creer que su alma se asilaría en mi cuerpo. Y le dije que sí, que iba a rezar.
Pero no recé.

Sandra Comino
sandracomino@sion.com
"Velorio de campo" fue extraído, con autorización de la autora y los editores, del libro El pueblo de mala muerte, de Ediciones Garabato (Córdoba, Argentina, 2002).
Fuente:
http://www.imaginaria.com.ar/08/7/comino.htm

 

 

El botánico

Por Mónica Russomanno
En ese lugar se siente Europa en Buenos Aires. Desde los perímetros
resguardados por rejas de hierro hasta los faroles fundidos en negro,
elegantes, recortando su sombrero de cristal contra el cielo celeste.
Los senderos proponen recorridos erráticos para paseantes sin apuro. Se
acercan y alejan de los límites del parque, se entrecruzan, aparecen entre
matas y desaparecen por detrás de las estatuas. Hay calma aquí, tan cerca y
tan escindido el aire de las cercanas avenidas transidas de ferocidad.
La paz se traduce en gatos que toman sol con los ojos cerrados.
Sentados, con las patitas juntas abrigadas por la cola, echarpe natural, tan
hieráticos, tan delicados. Otros se enroscan en el césped, se estiran sobre
el tejado de la construcción inglesa de ladrillo y teja, se acercan a la
gente a restregarse contra piernas generosas o a buscar una mano para
acariciarse a sí mismos pasando la cabeza de dientitos afilados, una y otra
vez, los bigotes replegados por el placer. Gatos atigrados, manchados,
negros, marrones. Gatos de a diez, de a ciento. Gatos. Gatos gordos y
lustrosos, que aceptan o no la ofrenda de comida que por todos los rincones
les dejan los fieles. Una anciana en un banco de tablillas de madera, dirige
el rostro al firmamento mientras un gato duerme en su falda. No es suyo, se
le presta. Dos sueños se entremezclan en melodía vegetal.
El jardín botánico es un campo felino, plácido, indiferente, replegado
en su propia belleza, tendido al sol con su pelaje de árboles y arbustos.
Nos deja admirarlo pero no tiene fidelidad canina. Somos visitantes en él.
Apenas le pasaremos la mano por el flanco, pero sólo si él lo desea.
Belleza añadida, sumando al encanto natural el sensible empeño humano,
las esculturas, las bellísimas esculturas en la foresta.
Las estatuas son de bronce o mármol. Los materiales son nobles. Ni
flores de plástico ni esculturas de cemento. Y cada forma es pura, delicada,
se recorta contra arbustos del África o árboles asiáticos. Un extraño
helecho abre sus florecillas en la nervadura de las hojas. Una mujer
aborigen se detiene para siempre en la fronda pétrea. Dos ninfas danzan para
que el estanque con hojas flotantes les preste vida en sus reflejos que,
ellos si, ellos también, bailan. Una figura despliega un velo que queda
suspendido en el espacio, vela de navío fantasma; dos amantes sonríen y
miran el futuro con ojos confiados; una muchacha grácil se enrosca en su
íntimo dolor. Una mujer llegada de Sagunto ha matado a su hijo, y se clava
para siempre el puñal en el pecho, para que los sitiadores de la ciudad no
encuentren nada más que destrucción y despojos detrás de las murallas. El
enorme grupo de bronce de las bacanales se ríe tontamente, eternamente, en
la zona donde la borrachera aún es alegre, alguno ya caído en el suelo,
otros abrazados, todos tan vivos en ese eterno gesto que allá en Roma, en
1904, fue primero cera y luego el metal fundido que aquí nos reclama y se
mira en nuestra mirada.
Y el palacio acristalado, etéreo, transparente, abrigando a los
retoños. El invernadero dibujado a tinta y plumón sobre las nubes. Qué
belleza la de ese edificio de líneas filigranadas, tan elevado, tan frágil,
contra la vastedad del cielo.
Por la noche las estatuas retendrán la luna en los ojos ciegos, los
gatos pondrán en orden su universo, las plantas crecerán minúsculamente. Y
alguna oruga trabajará en lo quedo preparando la dicha de la libertad alada.
Tendrá en primavera sus joyas este jardín, y serán regias, movedizas,
verdaderas.

Mónica Russomanno
russomannomonica@hotmail.com

 

 

Agonías recurrentes

Por Miriam Cairo

Variaciones. Mientras más me acerco a tu cuerpo, menos necesario resulta lo que me rodea. Con la cabeza ya perdida y la imaginación ociosa, llego al último círculo, al núcleo mágico, a la caldera del pensamiento. El espejismo es un mundo hecho sin lágrimas. Dueña de tu asombro por mi manera de hacer y de nombrar, erijo la íntima majestad. Alimento tu atención con la memoria de otros sueños, pero vueltos a ser, frescos, como si recién los hubiera soñado.
El ajetreo. La abrumadora mayoría de mis retraimientos se deben a la contundencia onírica de mis convicciones. Vivir en los dos planos de la realidad produce un fuerte ajetreo anímico. El territorio del sueño exige un desprendimiento terrenal y las reglas de la vigilia desestiman todo lo que venga del sueño. Si mi naturaleza lo permitiera, no dudaría en quedar anudada al otro lado del espejo, pero no puedo volverme necia: cargo sobre mi espalda un nacimiento, una educación, una sociedad, una inclinación innata al miedo. Sin embargo, tampoco consigo estar por entero en el mundo de la vigilia, porque no puedo negar que veo, como pájaro cegado, los ojos espantados del silencio. Porque en ocasiones hago contacto con las criaturas del abismo y la noche es una desnudez perdida que frecuento.

Elegida por el exilio, destejo la memoria del sueño para no quedar fuera de la realidad. Luego desato las ligaduras vigilantes para penetrar sin amarras a lo irreal. Imposibilitada de pertenecer por entero a uno u otro universo, muy a menudo quedo sumergida en hondos pozos de incertidumbre. Vencida y esperanzada, ante un privilegio que se vuelve enfermedad, me interrogo ¿sólo la vigilia es realidad? O bien, ¿qué es la realidad?

Confesiones. No me ahorraré una sola fatiga. Una sola palabra. Un solo nombre. Esa luna amarilla que abre la boca y me pregunta por los pasos que has pisado como si lo ignorara todo, me provoca a responderle con diminutas mentiras resplandecientes.
Desnudo pensamiento. Yo insistía en que fuéramos amigos porque confiaba en la amistad. Pero a él no lo conformaba esa palabra sin ajetreo sexual: seamos amantes, insistía. No me pude resistir a la tentación de ostentar un título tan marginal. Si me hubiera propuesto matrimonio, me habría herido, habría destruido todos los sueños que él mismo había inspirado.

Convencidos de la necesidad de eludir el esfuerzo que suele estancar la fluidez de todo vínculo y amortajar la vivacidad del cuerpo, ser amantes resultó una relación comprometida con el deleite de su causa.
Con sumo cuidado planeábamos el momento del encuentro, al que cada uno arribaba con su propio enredo de astros. Inmediatamente abríamos una brecha en el corazón del mundo. Un círculo de hostia consagrada donde el cuerpo se hacía desnudo pensamiento.
Para no parecernos en nada a lo conocido, evitamos cumplimentar el formulario de las visitas obligatorias, la regularidad de la frecuencia, el rictus de la llamada diaria. Nos centramos en los minutos en desmedro de las horas. Preferimos ciertos días a las enormes semanas. A fuerza de privilegiar los instantes construimos el delicado soplo de la eternidad.

Afirmados en la orilla de la historia, diminutos en un camino de hormigas, sin pretensiones pero con sueños, sin garantías pero con felicidad, montábamos nuestro caballo cosido de audacias y candores.

Resplandor. El refugio de cuatro paredes donde me encerré se transformó en un mar del que bebían las nubes. Fui a intentar allí algo diferente de mí misma. Buscaba en las nieblas del porvenir las manos de la noche temblando sobre el pecho hirviente de la luna. Sostenía las escaleras desde donde descendía la altura aunque no hiciera falta. La silenciosa señal del horizonte me volvía tan tenue, que los golpes del propio corazón me parecían lejanísimos. Habría podido morir de bienestar, pero abrí las puertas hacia el mundo y la boca se me llenó de humo.

La mordedura. El hombre o la sombra que se aproxima, anuncia un festivo subir y bajar. Juntos descendemos hacia la cavidad lunar donde los errores cometidos se vuelven más necesarios que los aciertos festejados.
Con ese hombre o esa sombra, vuelvo a subir los precipicios, hábil, ante su mirada. No pierdo el camino ni la intrepidez porque su corazón me orienta y me estimula.

No sé de dónde nace él o su sombra. Y ya no recuerdo que he sido llevada y traída entre abismos porque ese hombre mata y no sé con qué. Abruma y no sé con qué. Asfixia y no sé con qué. Tan vivaz me he vuelto que no le tengo miedo a no saber.
Estoy lejos de los límites comunes. No puedo detenerme. Ese hombre o su sombra me llama y yo acudo porque ansío ser mordida por su serpiente sin alas.

Bebida. Que estás allí, en el mundo, es un hecho. Pero ¿te hago falta cada vez que dejás sobre la mesa los brazos cansados? ¿Soy necesaria para darte de beber el delicado sorbo de universo? ¿alcanza la fotografía de mi goce como testimonio de tu calidez y tu erotismo? Yo recorro entre líneas todo lo que no escribo. Me doy cuenta de que desmigajás tu corazón y se lo das de comer al primer pájaro, pero ¿sabés que detrás de esos ojos que te miran no hay nadie? No creas en el recorrido que estás obligado a repetir día tras día. No permitas que te alimenten de la fuente del reclamo. Pero sobre todo, no esperes que la obsoleta máquina de la costumbre improvise una fatalidad que te libere.

Miriam Cairo  cairo367@hotmail.com
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Artista

Por Rolando Revagliatti
Al principio del proceso de gestación, le ocasionaba inconvenientes diversos a su mamá, tenues y vulgares. El parto fue normal, y en la cama matrimonial de sus papis: borroso don Lacio, ya un provecto, y Catalina. A Andresito lo antecedieron Gustavito, luego el robusto adolescente Gustavo, y Luisita, recibida precozmente de ingeniera civil y con promedio distinguido. Andresito y Gustavito eran rudos entre sí, en tanto con Luisita se mostraban considerados. Andresito era el más serio de los tres. Y el segundo más serio de los cinco. La fiesta acontecida a raíz del vigésimo cumpleaños de Gustavo, se malogró por el síncope que demoliera a don Lacio, más lacio que nunca yaciendo sobre el sofá del living, rodeado por la muchachada. Catalina no tardó en volver a casarse. Y Andresito contrajo hepatitis, en represalia, a modo de amonestación por ese enlace con un anciano entero y pintón. A él no le resultaba sencillo entregarse y disfrutar. Y se martirizaba por nimiedades y
desacuerdos con circunstanciales novias o amigas. ¿Avatares?: un par de blenorragias, o bien, borracheras con vino del zorro, o amontillado, o vodka, después de cortes bruscos.
Quiso el destino que a su medio siglo se encamotara nada menos que con una mendiga con parada en Retiro. Y que la sustrajera y la hiciera bañar, y curar de esos estigmas ulcerosos en las piernas. Y la extirpara de las calles ubicándola en un piso donde la ama con fervor encomiable. Y la vista en Gina Buti y la peine en Miguelito Romano. Y la declare su musa redimida, ya que inusitadamente estimulado, escribe y pinta ahora, y la menta y la plasma desde la pluma y el pincel. Es en la Galería de Arte y Poemas Ilustrados Delacroix donde expondrá desde el próximo primero de marzo, fecha de la vernissage con celebridades invitadas, y ágape y prensa, hasta el diecinueve de ese mismo mes.

Rolando Revagliatti
revadans@yahoo.com.ar 
http://www.revagliatti.com.ar
Texto publicado por "Inventiva Social" el 19/07/07  inventivasocial@yahoo.com.ar
 
 


Galaxia Galeano

Por Sandra Russo
Galeano es conocido como Galeano, y rara vez se pronuncia su nombre de pila.
No hay otros Galeano en la vida pública, así que uno no debe estar aclarando que se trata de Eduardo y no de otro. Y ese accidente de la realidad hace que Galeano sea nombrado sólo por su apellido que, yo creo, para muchos suena como el nombre de un planeta.
Leí hace poco que decía John Berger que cuando un escritor tiene un estilo fuerte y depurado, lo que dice y cómo lo dice no pueden separarse. Hay una cópula entre forma y sentido cuando el escritor hace del estilo lo mejor y lo más difícil que se puede hacer con él: construir un mundo.
Si uno menciona el estilo de Galeano, los interlocutores, y ni siquiera hace falta que lo hayan leído, comprenden que uno habla de textos transparentes y oscuros al mismo tiempo, muy cortos, casi sin músculo: Galeano trabaja con las palabras como huesos. Las elige quizá sin elegirlas, no sé cómo es su
método de trabajo, pero probablemente Galeano se haya ido conociendo a sí mismo a medida que les sacaba palabras a los textos después de haberlos escrito. Probablemente ese ejercicio de desmalezamiento en sus textos le haya venido de una necesidad estética y al mismo tiempo ética. Dejar el hueso de la palabra, el hueso chupado y lavado, el hueso con el sentido último de la palabra, aquello que la palabra no puede dejar de ser: es a través de esa operación de máxima limpieza que la prosa de Galeano es generosa; muestra hueso de palabra para que en los ojos de quien lo lee florezca espléndida la carne. Galeano no busca lectores: busca con quién tomar su comunión. Y estoy segura de que aunque ésta sea una palabra que tiene enagua católica, Galeano comprenderá a qué me refiero. Del hueso de la
palabra comunión necesitamos todos agarrarnos, antes que nada, para entrar en el universo Galeano.
En ese universo hay olores y climas y conversaciones a veces sin sentido, como de parábola china, que lo dejan a uno desacomodado. Hay viejos y mendigos, pobre gente que sin embargo no se autocompadece y es protagonista, muchas veces, de historias mágicas, aunque la magia del universo Galeano tiene poco que ver con magos que convocan palomas. Esta magia que sobrevuela a las criaturas vulnerables de Galeano es de otro orden. Quizá del orden de la justicia. O de la libertad.
Su mirada concentrada en la América pre o poscolombina, su mirada concentrada en la guerra de Irak. Dos escenarios y tiempos completamente distintos, y no obstante qué placer encontrar esa misma mirada, atenta siempre a los detalles que nos narran la verdadera historia.
Sus textos breves, o sus textos brevísimos, no hacen más que profundizar el estilo que nombra su apellido. Los huesos de las palabras pesan mucho, y a veces no le hacen falta más que tres o cuatro líneas para crear una situación completa, con pasado, presente y futuro, con perspectiva y foco, con ideología, con piedad o con rabia.
Si algo puede afirmarse de Galeano es que de los escritores de su generación y de varias otras, es el que más ha esculpido la palabra. Las ha tomado de a una. Homeopáticamente, quizá para devolverles, con muchos anticuerpos, el sentido que les fue arrebatado por el tiempo, claro, pero sobre todo por el
poder.
En ese sentido, el trabajo político que ha hecho Galeano con las palabras todavía está por reconocerse. Alguna vez se tendrá en cuenta, al hablar de él, que además de ser un escritor magnífico, Galeano jamás ha dejado de escribir una línea sin operar sobre el lenguaje y desenmascararlo, sin liberar para sus lectores las palabras que eran rehenes de otros significados.

Sandra Russo
Fuente: Diario  Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-87218-2007-06-27.html

 

Decálogo más uno, para principiantes

Por Juan Carlos Onetti- (1909-1994)

I. No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo.


II. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Este sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.


III. No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.


IV. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.


V. No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.


VI. No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.


VII. No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios.


VIII. No olviden la frase, justamente famosa: 2 más 2 son 4; pero ¿y si fueran 5?


IX. No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.


X. Mientan siempre.


XI. No olviden que Hemingway escribió: Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer.

Juan Carlos Onetti
Material enviado por Mirta Liliana Urdiroz

 

Villa Links

Los links que "La Máquina de Escibir" recomienda para visitar:

AUDIOVIDEOTECA DE LOS ESCRITORES DE BUENOS AIRES -  Un espacio indispensable para recorrer, leer y escuchar:
http://www.buenosaires.gov.ar/areas/com_social/audiovideoteca/index_es.php

LO QUE APARECE - El blog de Alejandra Dening, creadora de los "papeluchos poéticos":
www.aledening.com.ar/blog

FOTOS ENCONTRADAS - Curioso blog que edita un poeta porteña con fotos encontradas en las calles de Buenos Aires ya sea tiradas en la basura, ya sea tiradas por ahí:
http://www.fotosencontradas.com.ar/

BIBLIOTECA IGNORIA - Hay algo de Octavio Paz sobre poesía imperdible (no lo puidmos publicar por ser muy extenso, nos lo envió Rubén Vedovaldi):
http://bibliotecaignoria.blogspot.com/ 

SONES Y DESAZONES - El blog de Alejandra Merello espera colaboraciones: textos, fotos, datos, etc. Enviarlos a:juanaines_ar@yahoo.com.ar . Para conocer el blog:
www.titangorock.blogspot.com

INVENTIVA SOCIAL - No hace falta hablar de esta excelente publcación virtual. Ahora también se la puede disfrutar en blog:
http://inventivasocial.blogspot.com/

REVISTA PAPIROLAS - La revista literaria Papirolas nació en 1996, editándose mensualmente en papel durante 10 años y distribuyéndose en 23 países y 650 ciudades mayoritariamente de habla hispana, pero también en Portugal, Francia, Italia, Alemania, Bélgica y Suiza. Para enviar su comentario, poesía, mini relato, e-mail a: normapadra@gmail.com - Para entrar a su blog clikear en:
www.revistapapirolas.blogspot.com

POEMAS DESDE EL NORTE GRANDE DE CHILE - Carolina nos invita a conocer su blog de poesía y artes plásticas:
http://caingove.blogspot.com/


EL REVISIONISTA - El blog del cine olvidado realizado por Julio Héctor Diz Y Aníbal Jorge Sciorra. Acaban de hacerse actualizaciones muy interesantes:
http://elrevisionista.blogspot.com/

S C I O R R A - No se queda quieto, sigue insistiendo aunque escriba cada vez peor, todavía tiene el tupé de agregar más textos de su autoría (no sabemos cómo está todavía permitido este tipo de atropello a la literatura):
http://sciorra52.blogspot.com/ 


DE PRÓXIMA APARICIÓN:
Suplemento Especial
Homero Manzi
100 años

 

 

La Máquina de Escribir
ESPACIO LITERARIO VIRTUAL
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