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Serie /Artículo/García Márquez/ Discurso

Serie /Artículo/García Márquez/ Discurso

  ALIRIO RODRÍGUEZNo disponible
Vestigios No. 39
1976 | óleo sobre tela | 142 x 147 cms.

El Universal
Cartagena, Colombia
Lunes 26 de marzo de 2007 17:09
 Discurso de Gabriel García Márquez pronunciado el lunes en el acto de
homenaje con que se inauguró en IV Congreso de la Lengua Española.
 ''Ni en el más delirante de mis sueños en los días en que escribía 'Cien años de
soledad' llegué a imaginar en asistir a este acto para sustentar la edición
de un millón de ejemplares.   Pensar que un millón de personas pudieran
leer algo escrito en la soledad de mi cuarto con 28 letras del alfabeto y
dos dedos como todo arsenal parecería a todas luces una locura. Hoy las
academias de la lengua lo hacen con un gesto hacia una novela que ha pasado
ante los ojos de cincuenta veces un millón de lectores y ante un artesano
insomne como yo, que no sale de su sorpresa por todo lo que le ha sucedido
pero no se trata de un reconocimiento a un escritor.   Este milagro es la
demostración irrefutable de que hay una cantidad enorme de personas
dispuestas a leer historias en lengua castellana, y por lo tanto un millón
de ejemplares de 'Cien años de soledad' no son un millón de homenajes a un escritor
que hoy recibe sonrojado el primer libro de este tiraje descomunal. Es la demostración de que hay lectores en lengua castellana hambrientos de este
alimento.   No sé a qué horas sucedió todo; sólo sé que desde que tenía 17
años y hasta la mañana de hoy no he hecho cosa distinta que levantarme
todos los días temprano y sentarme ante un teclado para llenar una página
en blanco o una pantalla de computador con la única misión de escribir una
historia aún no contada por nadie que le haga más feliz la vida a un lector
inexistente.   En mi rutina de escribir, nada ha cambiado desde entonces.
Nunca he visto nada distinto que mis dos dedos índices golpeando aún las 28
letras del alfabeto inmodificado y he tenido ante mis ojos en estos setenta
y pico de años.
 Hoy me toca levantar la cabeza para asistir a este homenaje que agradezco y nopuedo hacer otra cosa que detenerme a pensar qué es lo que me ha sucedido.Lo que veo es que el lector inexistente de mi página en blanco es hoy una descomunalmuchedumbre abierta de lectura en lengua española. Los lectores de 'Cien años de soledad' son hoy una comunidad que si se unieran
en una misma tierra sería uno de los 20 países más poblados del mundo. No
se trata de afirmación pretenciosa. Quiero apenas mostrar que hay una
gigantesca cantidad de personas que han demostrado con su hábito de lectura
que tienen un alma abierta para ser llenada con mensajes en castellano.
  
El desafío es para todos los escritores, poetas, narradores para alimentar
esa sed y multiplicar esa muchedumbre.   A mis 38 años y ya con cuatro
libros publicados desde mis 20 años, me senté en mi máquina de escribir y
empecé: 'Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel
Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo
llevó a conocer el hielo'.   No tenía la menor idea del significado ni del
origen de esa frase ni hacia dónde debía conducirme.
 Lo que hoy sé es que no dejé de escribir durante 18 meses hasta que terminéel libro. Parecería mentira pero uno de los problemas más apremiantes era elpapel de la máquina de escribir...   Tenía la mala educación de pensar que loserrores de mecanografía o de gramática eran en realidad errores de creacióny cada vez que los detectaba rompía la hoja y la tiraba al canasto de basurapara empezar de nuevo. Con el ritmo que había adquirido en un año de práctica calculé que me costaríaunos seis meses de mañanas diarias para terminar. Esperanza Araiza, la inolvidable
'Pera', era una mecanógrafa de poetas y cineastas que había pasado en limpio
grandes obras de escritores mexicanos. Entre ellos 'La región más
transparente' de Carlos Fuentes, 'Pedro Páramo' de Juan Rulfo.   Cuando le
propuse que me sacara en limpio la obra, la novela era un borrador acribillado
a remiendos, primero en tinta negra y después en roja para evitar confusiones. Peroesto no era nada para una mujer acostumbrada a todo en una jaula de locos.  
Pocos años después 'Pera' me confesó que cuando llevaba a su casa la última
versión corregida por mí resbaló al bajarse del autobús con un aguacero
diluvial y las cuartillas quedaron flotando en el cenegal de la calle. Las
que recogió empapadas y casi ilegibles con la ayuda de otros pasajeros las
secó en su casa hoja por hoja con una plancha de ropa.   Y otro libro mejor
sería cómo sobrevivimos Mercedes y yo con nuestros dos hijos durante ese
tiempo en que no gané ni un centavo por ninguna parte. Ni siquiera sé cómo
hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en
la casa.   Después de los alivios efímeros con ciertas cosas menudas, hubo
que apelar a las joyas que Mercedes había recibido de sus familiares a
través de los años. El experto las examinó con rigor de cirujano paso a
paso con su ojo mágico las esmeraldas del collar, los rubíes de las
sortijas, y al final volvió con una larga verónica de novillero. ''Todo esto es puro vidrio''... 
 Por fin, a principios de agosto de 1966, Mercedes y yo fuimos a la oficina de
correos de México para enviar a Buenos Aires la versión terminada de 'Cien
años de soledad', un paquete de 590 cuartillas escritas a máquina a doble
espacio y en papel ordinario dirigidas a Francisco Porrúa, director
literario de la editorial Sudamericana. El empleado del correo puso el
paquete en la balanza, hizo sus cálculos mentales, y dijo 'Son 82 pesos'.
Mercedes contó los billetes y las monedas sueltas que le quedaban en la
cartera y se enfrentó a la realidad: 'sólo tenemos 53'.   Abrimos el
paquete, lo dividimos en dos partes iguales y mandamos una a Buenos Aires
sin preguntar siquiera cómo íbamos a conseguir el dinero para mandar el
resto. Sólo después caímos en la cuenta de que no habíamos mandado la
primera sino la última parte. Pero antes de que consiguiéramos el dinero
para enviarla, Paco Porrúa, nuestro hombre en la editorial suramericana,
ansioso de leer la primera parte nos anticipódinero para que pudiéramos enviarlo. Así es como volvimos a nacer en nuestra vida de hoy''.   goc 

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